Las herramientas digitales que usamos día a día en formación y educación nos ofrecen nuevas “claves” a la hora de adquirir y transferir el conocimiento, pero… no siempre logran el éxito deseado.
Un ejemplo sencillo que demuestra la dificultad para escoger qué habilidades o claves son adecuadas o no, sería “ponernos en el lugar de un alumno/a que tiene que aprender un resumen de clase de matemáticas y realizar un curso de inglés B1.”
Los docentes ayudan al individuo a conseguir herramientas para enfrentarse a ese problema, pero es el propio alumno/a quien decide cuál debe usar para cada tarea a resolver y si serán exitosas o no.
Y no siempre cuenta con la iniciativa o el interés del alumno/a de su parte.
El empleo de metodologías activas como microlearning, storytelling o gamificaciones, favorecen que el alumnado se implique en la resolución de los problemas y tareas.
Hacen que sea más fácil la transmisión de datos y más significativa.
Provocan, que sea más consciente de qué herramientas tiene, si controla su uso y de cómo mejorarlas.
Algunos autores como H. Flavell llaman a estos procesos meta-cognición.
Pero, en definitiva, dentro de nuestra labor en Edtech, hablamos de cómo mejorar la autonomía del individuo, ante los nuevos retos del sistema.
Y su buen uso, por descartado, aumenta el aprendizaje significativo del que tanto nos habló Ausubel en sus teorías.
Beatriz Toca Mestanza